El desperdicio alimentario es un problema global que afecta a todos los países, independientemente de su nivel de desarrollo. En la Unión Europea, se estima que se desperdician cada año 88 millones de toneladas de alimentos, lo que representa el 17% de toda la producción alimentaria.
El Consejo de Ministros aprobó recientemente, a propuesta del Ministerio de Agricultura, el proyecto de Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario, una norma que se encontraba ya en el Senado durante la pasada legislatura, pero que decayó por la disolución de las Cortes Generales.
Con este proyecto de ley, España se dota, por primera vez, de un marco legal para el conjunto del Estado para prevenir las pérdidas y el desperdicio alimentario. La futura ley establece una jerarquía de prioridades para el destino de los alimentos que inevitablemente se conviertan en desperdicio alimentario:
-Establece como prioridad máxima el consumo humano:
- a través de la donación o redistribución de los alimentos
- a través de la transformación de los alimentos (zumos, mermeladas).
– Cuando no sean aptos para el consumo humano, la preferencia de uso será la alimentación animal, la fabricación de piensos o la obtención de compost o biocombustibles.
La ley también articula medidas en cuestiones como la venta de productos ‘imperfectos’ y de productos de consumo preferente o de caducidad próxima.
La norma iniciará ahora su tramitación parlamentaria.
El sector de snacks y frutos secos comprometido con la reducción del desperdicio
Como miembro de la European Snacks Association (ESA), la Asociación de Snacks viene impulsando y apoyando las medidas necesarias para combatir el desperdicio alimentario.
En este sentido, se están impulsando acciones de información y sensibilización dirigidas a los consumidores y a los operadores del sector con el objetivo de que entiendan la diferencia entre la fecha de consumo preferente y la fecha de caducidad, y que sepan cómo conservar los snacks y frutos secos correctamente para prolongar su vida útil.
Asimismo, se está trabajando con otros actores del sector para desarrollar nuevas tecnologías y procesos que permitan reducir el desperdicio alimentario.
El sector de snacks y frutos secos no es ajeno a este problema. En España, se estima que se desperdician cada año 10.000 toneladas de snacks y frutos secos, lo que representa el 1,5% de la producción total. Este desperdicio tiene un impacto negativo en el medio ambiente, ya que genera gases de efecto invernadero y contribuye al cambio climático. Además, tiene un impacto económico, ya que supone una pérdida de recursos y una reducción de la productividad.
La Asociación Española de Snacks y Frutos Secos (ESA) está comprometida con la reducción del desperdicio alimentario. En este sentido, la ESA ha adoptado una serie de medidas para sensibilizar a los consumidores y a los operadores del sector sobre la importancia de reducir el desperdicio alimentario.
Una de las principales causas del desperdicio alimentario es la confusión que existe entre la fecha de consumo preferente y la fecha de caducidad. La fecha de consumo preferente indica la fecha hasta la cual se espera que un producto alimenticio mantenga su calidad óptima si se almacena correctamente. Sin embargo, después de esta fecha, el producto puede seguir siendo seguro para el consumo. Por su parte, la fecha de caducidad indica la fecha hasta la cual un producto alimenticio es seguro para el consumo. Una vez pasada esta fecha, el producto puede ser peligroso para la salud.
Por ello, es importante que los consumidores entiendan la diferencia entre estas dos fechas. Desde la ESA y la Asociación de Snacks, se recomienda que los consumidores sigan las siguientes pautas:
- Compre solo la cantidad de alimentos que pueda consumir.
- Almacene los alimentos correctamente.
- Revise los alimentos antes de consumirlos.
- Si un alimento ha pasado la fecha de consumo preferente, pero no la fecha de caducidad, puede seguir siendo seguro para el consumo. Sin embargo, es importante revisarlo cuidadosamente antes de consumirlo. Si el alimento tiene un olor o un aspecto desagradable, no debe consumirse.